miércoles, 29 de abril de 2009


Vídeo espectacular!


Llegó a mis manos este vídeo. Lo mire y me pareció ¡Fantástico! Es increíble la belleza que se despliega en ese escenario.
Investigue un poquito, y más sorpresas se me presentaron. Por eso pensé en postearlo y compartirlo, sería imperdonable no hacerlo.
Primero les cuento un poquito...


El "Thousand-Hand Guanyin"

Hay un baile imponente, llamado Mil Manos Guanyin. Consideren la coordinación apretada que se requiere para llevarlo a cabo, su logro no es más que asombroso, mucho más considerando que ellos, los integrantes de dicho ballet, son todos SORDOS.

Sí, ustedes leyeron bien... TODOS, los 21 bailarines, son sordomudos completos.

Confiando sólo en las señales de sus entrenadores, que se encuentran en las cuatro esquinas del escenario, estos bailarines extraordinarios, entregan un espectáculo visual que es a simple vista, intrincado, conmovedor y super bello.
Su primer estreno principal internacional, estaba en Atenas en las ceremonias de cierre para los Paralympics 2004. Pero mucho tiempo había estado en el repertorio de China la Compañía de Arte Minusválida Artística De la Gente y han viajado por más de 40 países de todo el mundo.
Su bailarín principal es Tai Lihua, de 29 años.
El vídeo fue registrado en Beijing durante las celebraciones de Festival De primavera.

Aquí se los muestro...





"Mientras usted es amable y hay amor en su corazón Mil manos naturalmente vendrán a su ayuda. Mientras usted es amable y hay amor en su corazón Usted extenderá la mano con mil manos para ayudar a otros.."

Guan Yin es el bodhisattva de compasión, reverenciada por budistas como la Diosa de Piedad.
Su nombre es corto para Guan Shi Yin. Guan quiere decir observar, mirar, o supervisar; Shi quiere decir el mundo; Yin quiere decir sonidos, expresamente los sonidos de los que sufren.
Así, Guan Yin es un compasivo ser quien mira para, y responde a, la gente en el mundo que pide la ayuda a gritos.


Pienso y me pregunto... Lo que se puede llegar a hacer cuando uno se lo propone no?
Nosotros sobre todo, que tenemos todos nuestros sentidos correctamente activos, y a pesar de ello, no somos capaces de desplegar tanta belleza, de coordinarnos, de mimetizarnos con el otro, de demostrar tantos sentimientos, de dar lo bueno que hay en nuestro interior... ¿Cuándo extenderemos la mano para ayudar a otros?...


EXTRA!

Aprovechando la imágen de mi firmita, les cuento esto...

Un Patrimonio Cultural de la Humanidad.


Rodeado en cientos de kilómetros sólo por el constante rumor del viento patagónico, se abre el Cañadón del Río Pinturas.
Allí, entre los pliegues de sus altos paredones, solitaria, en medio del noroeste de la estepa santacruceña que le permite conservarse casi intacta, se descubre el arte rupestre de las "Cuevas de las Manos", donde sus pobladores, los indios tehuelches y sus antecesores, de hace 9.000 años atrás, sellaron con su arte, un testimonio de vida.
Esta cueva es muy reconocida, y no es por nada. Esas manos, guanacos y figuras geométricas estampados en las piedras de la cueva constituyen la más antigua expresión, que se tenga conocimiento, de los pueblos sudamericanos. Así lo entendió la Unesco, cuando en 1999 lo nombró Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El obtención del color de las pinturas de las manos dependía de la materia prima que encontraran cerca a cada yacimiento, pero en su mayoría son en rojo (hematita), blanco (caliza), negro (manganeso o carbón vegetal), y amarillo (limonita u ocre amarillo). Se advierte correctamente que "las escenas de caza dinámicas son del periodo más antiguo (periodo A de 9370 a.p. al 5470 a.p.). Las manos rojas y blancas y los diseños geométricos pertenecen al último periodo (periodo C de 3430 a.p. al 3000 a.p.)".
El pueblo mas cercano es Perito Moreno, está a 163 kilómetros de allí. Y un poco mas allá, ya cerca de la cordilera, se encuentra Los Antiguos, que era el lugar de descanso de los ancianos de las desaparecidas tribus indígenas. Toda esta zona sureña y no sólo la Cueva, incluído el Parque Nacional Perito Moreno (que no debe confundirse con el Parque Nacional los Glaciares, que conserva al famoso Glaciar Perito Moreno), toda esa zona es un riquísimo sitio arqueológico y paleontológico. Los valles, cañadones, lagos y ríos que la componen, cobijan celosamente pinturas rupestres y distintos tipos de yacimientos arqueológicos de hombres que caminaron sus campos 14.000 años antes de Cristo. Y entre las hierbas, los fósiles, que testimonian el mar que fue esta región mucho antes que ese hombre antiguo la habitara.

domingo, 26 de abril de 2009


Sumi-e


En japonés, sumi-e significa "pintura a tinta".




El sumi-e, se trabaja con tinta china negra, eventualmente con algún otro color sutil tipo acuarela, generalmente rojo.
Se utiliza un pincel de punta suave y gorda, el cual se guarda enrollado en una esterilla de bambú, que luego se ata. Se pinta sobre papel de arroz.
La calidad de la pintura está en la fuerza de sus líneas, con el control que posea el artista sobre el pincel, en la comprensión profunda de las cosas, representado ese algo con un intenso sentimiento; todo puede ser representado, como por ejemplo una persona, un sakura, un animal, pinos, orquideas, un simple crisantemo; pero en ellos debe estar puesto todo su sentir para poder llegar de manera atractiva al que lo ve, dejarlo maravillado. En su composición el artista debe revelar su alma, su elegancia, su armonia, y culminar su obra con una última impresión, el sello con su nombre.
Estos pintores son tan buenos, como también lo suelen demostrar en su caligrafía perfecta, que a veces con un solo trazo hacen la caña de bambú, las hojas, y hasta sus sombras.
La idea es que cuando uno apoya el pincel sobre la hoja, ya debe saber dónde terminará el trazo; aquí es donde el artista demuestra su control sobre el pincel; Energía Direccionada, que le suelen decir.
Se necesita de mucha practica, para que con el tiempo, se puedan llegar a hacer cosas tan bellas como estas...

Pintura realizada por el profesor Tomás Yamada
(Escuela Yamada Ryu)






Que bello sería poder hacer con una pincelada, aunque sea, una hoja no? Que manos bendecidas por un don divino.
Es un sueño que aún no he realizado... pero nunca digas nunca!


Aquí abajo les dejo un pequeño vídeo de un excelente trabajo, y la forma de realizarlo.




viernes, 24 de abril de 2009


Esta historia la leí hace un tiempo atrás, pero nuevamente me topé con ella hoy.
Volví a leerla y de nuevo sentí ese nudo en la garganta por un buen rato...


La comparto con ustedes...


Katie Kirkpatrick: Una conmovedora historia de amor.


A sus 21 años, Katie Kirkpatrick, es como cualquier joven llena de ilusiones y esperanza, a punto de vivir el día más feliz de su vida: se casará con la persona a la que más ama y ha amado desde su adolescencia, sin embargo no todo es color de rosa, ella tiene cáncer de pulmón y sus días está contados.


Es 11 de enero de 2005, ella toma su dosis diara y unos minutos después cae en un momentáneo sueño que le produce la morfina.


Su terrible enfermedad produce que el simple hecho de respirar se le dificulte y necesite recibir oxígeno. El dolor en su espalda es tan intenso que logra atravesar la pared de morfina que se supone que está ahí para impedirlo. Sus órganos se están viendo muy afectados. Katie y Nick están enamorados desde que se conocieron en 11º grado.



Nick Godwin es su novio, tiene 23 años, acompaña a su querida novia en los tratamiento que realizan en el hospital. Katie está agotada ya que el dolor no le ha dejado dormir. Nick también lo está ya que acaba de salir del trabajo.




Katie mira su fotografía cuando fue coronada reina en su escuela.



Estamos a 15 de Enero del 2005. Katie, delante del espejo, se pone sus pendientes. En pocos minutos contraerá matrimonio con Nick.



Aún durante su boda tienen a un acompañante no tan deseable, su tanque de oxígeno. La pareja de pie son los padres de Nick, quienes están contentos por su hijo y la esposa de este.



Ellos están muy felices.


Su novio y sus amigos le dedican una canción.



Durante su boda, se queda un momento sola para descansar.




La boda fue maravillosa.




Katie muere cinco días después.



Que amor a prueba de todo, rompiendo absolutamente todas las barreras... que entrega total.
Esperar sufriendo al momento soñado, logrado... y perdido.

Cuántos de nosotros tenemos "ese" amor incondicional?...
Cuántas personas se entregan de esa forma, en cuerpo y alma?...
Cuánto valor le damos a la persona que está a nuestro lado siempre?...
Somos capaces de darnos total y absolutamente al otro, sabiendo que tal vez mañana no esté?...

Yo creo que si... Mi amor es total hacia mi marido. Le debo tanto y todo. He aprendido a ser lo que soy hoy: mamá, mujer, compañera, amante.. todo a su lado y él al lado mío.
Puede sonar cursi, pero es mi otra mitad, mi complemento perfecto y total.

¡TE AMO CON TODO MI CORAZÓN MARIO!


miércoles, 22 de abril de 2009



Día de la Tierra


El Día de la Tierra es festejado desde el 22 de abril de 1970, por muchos países.
Su promotor, el senador estadounidense Gaylord Nelson, instauró este día para crear una conciencia común sobre los problemas que atañen a nuestro planeta, como por ejemplo el de la contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras muchas preocupaciones ambientales de las cuales tenemos que proteger a la Tierra.


Seamos concientes sobre el lugar en donde vivimos, o dentro de muy poco tiempo, y cuando menos nos demos cuenta, no tendremos en donde habitar...


¡Cuidemos nuestra Tierra!


Es nuestra casa y es hermosa.


martes, 21 de abril de 2009


1ª Entrega de:
115 Anécdotas en la vida de los Santos


Bernadette McCarver Snyder es una escritora, esposa y madre de familia, que vive en Missouri (EE.UU.).
Desde hace algunos años, se ha hecho famosa por sus artículos periodísticos y sus varios libros, que combinan una sólida espiritualidad con una forma chispeante, un agudo sentido del humor y un especial talento para dirigirse al público juvenil.
En 115 Anécdotas en la vida de los Santos; editada en Argentina por Grupo Editorial Lumen, impresa por Establecimiento Gráfico LIBRIS S.R.L, en el año 2003, pero en EE.UU. en el año 1993; Bernadette ha recopilado datos (cosa no fácil, debo decir) divertidos e inesperados sobre los 115 santos de este libro, que a lo largo de la historia han dejado huella en las personas cristianas.
Estas historias, alfabéticamente ordenadas, brindaran otra visión de estos personajes, estos seres especiales, que en muchos de los casos llegan con un toque de humor, sorpresa, aventura, heroísmo, hazañas audaces, sacrificio e incluso misterio.


Dicho libro me pareció interesante compartirlo con ustedes, y porque no, que a su vez lo compartan, de una forma sencilla, con los más chicos.
Al final de cada historia, la escritora ha puesto un comentario, a modo de moraleja si se quiere, los cuales incluiré como forma de reflexión y respetando sus escritos.
Iré transcribiendo de una en una, hasta completar las 115 anécdotas.
Espero que les guste.

Acá va la primera…

Adelaida


¡Esta santa tuvo una vida llena de buenas y malas noticias!
¡Buena noticia! Cuando tenía dieciséis años, Adelaida contrajo matrimonio con el rey Lotario de Italia y se convirtió en reina.
¡Mala noticia! Tres años después su esposo murió y corrió el rumor de que había sido envenenado por un hombre llamado Berengario. Éste se hizo cargo del gobierno y envió a Adelaida a prisión.
¡Buena noticia! Un año después, el rey alemán Otón invadió y recuperó el reino, dejo a Adelaida en libertad y se casó con ella. Tuvieron tres hijos y estuvieron casados durante casi veinte años. Adelaida era muy inteligente y asumió un papel activo junto a su esposo en la administración de los asuntos de estado. Cuando Otón murió, su hijo Otón II se convirtió en rey.
¡Mala noticia! La esposa de Otón II, Teofanía, estaba celosa de Adelaida y no la trataba bien. Luego Otón II murió y su pequeño hijo Otón III se convirtió en rey y Teofanía ocupó el cargo “regente” (la persona que gobierna hasta que un rey niño crece). Una vez que estuvo a cargo, Teofanía echó a Adelaida de la corte. Pero pocos años después, Teofanía también murió. Entonces Adelaida regresó a la corte como regente de su nieto y una vez más fue una soberana prudente y comprensible. En medio de una vida llena de altibajos, Adelaida fue siempre una mujer buena y piadosa que ayudó a los pobres e impulsó la construcción de muchas iglesias y monasterios. ¡Ella tuvo la capacidad de transformar su MALA SUERTE en BUENA SUERTE y se convirtió en una SANTA!


Muchas personas tienen vidas llenas de “buenas y malas noticias”. Algunos sólo se concentran en las malas. Actúan en forma pesimista, se quejan siempre y se excusan a sí mismos. Otros se concentran en las buenas. Sonríen, aprovechan al máximo cada, día convierten los limones en pastel de limón y llevan una vida feliz. ¿Qué clase de persona quieres ser?

sábado, 18 de abril de 2009

Nuestra Flor Nacional: El Ceibo




El Ceibo, también denominado seibo, seíbo, o bucare, árbol del coral, flor de coral, pico de gallo; o su nombre científico Erythrina crista-galli L., es la Flor Nacional de la República Argentina.


El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, puede alcanzar los 20 metros de altura y uno de diámetro en el tronco, el cual es retorcido.
Pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas salen en vainas encorvadas.
Sus flores son rojas, de un rojo carmín muy intenso, y de una forma muy particular y muy bella.
Crece en las riberas del río Paraná y del Río de La Plata, pero se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas, adoptándolo en todas las zonas a lo largo del país.

La copa del árbol no es muy tupida.
Durante el invierno la planta queda sin hojas y las ramas que nacen en primavera son verdes con hojas y flores, los pimpollos están cubiertos por pétalos sedosos.
La corteza del tronco y ramas viejas toman la tonalidad gris oscura. Esa corteza no es dura sino muy liviana, esponjosa y cubierta con abundante corcho, y se la utiliza para la construcción de muchas cosas, entre ellas: balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo, etc.
Su presencia en parques y jardines argentinos, pone una nota de perfume y color.

Las personas hipnotizadas por su belleza, evitan arrancar sus flores, ya que en sus ramas tienen una especie de aguijones o púas, como las espinas de las rosas, pero más grandes, las cuales son muy molestas y lástiman.




Aquí les cuento su leyenda, la cual fué pasada de generación en generación, por nuestros nativos...


LEYENDA DE LA FLOR DEL CEIBO


Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo feraz, silvestre, que bañaban las aguas oscuras del río barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba. Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, tanta era la belleza de su canto.
Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo.
Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.
Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil. La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela. Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos.
La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada.
Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamado.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores, rojas como las llamas que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe.


Fue declarada Flor Nacional Argentina, por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional N°138.974 del 2 de diciembre de 1942.
Su color rojo escarlata es el símbolo de la fecundidad de nuestro país.

miércoles, 15 de abril de 2009


La Actitud


Un joven llegó a la entrada de un pueblo y acercándose a un anciano le preguntó:
"¿Qué clase de persona vive en este lugar?"
"¿Qué clase de persona vive en el lugar de donde tú vienes?", preguntó a su vez el anciano.
"Bueno, un grupo de egoístas y malvados - replicó el joven -. Estoy feliz de haberme ido de allí."
El anciano contestó: "Lo mismo vas a encontrar aquí".


Ese mismo día, otro joven se acercó al anciano y preguntó:
"¿Qué clase de personas viven en este lugar?"
El viejo respondió con la misma pregunta:
"¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?"
"Gente magnífica, honesta, amigable, hospitalaria, me duele mucho haberlos dejado".
"Lo mismo encontrarás aquí", respondió el anciano.


Un hombre que había oído ambas conversaciones preguntó al viejo:
"¿Cómo es posible dar dos respuestas diferentes a la misma pregunta?"
A lo cual el viejo respondió:

"Cada cual lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada nuevo en los lugares donde estuvo, no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquel que encontró amigo allá, podrá encontrar también amigos aquí, porque la actitud mental es lo único en tu vida sobre lo cual puedes mantener control absoluto."

Desconozco el autor.

martes, 14 de abril de 2009


Foca en baños termales, Japón



Una simpática foca llamado Peli, proveniente del lago Baikal, posa en un acuario de Tokio, como si estubiera gozando de los baños termales, divertiendo a los visitantes y a nosotros, al verla desde lejos en esta foto.
Dan ganas de meterse con ella (aunque creo que es él) al agua.. no?


Esta imágen fue tomada el 19 de marzo de 2009.

sábado, 11 de abril de 2009


Que todos tengan unas Felices Pascuas.
Rodeados de mucho amor, comprensión, unión y fe.
Es día de reflexión y de estar en familia.

¡Disfrutemoslo!

miércoles, 8 de abril de 2009



Milagro de Pascua

El paso del tiempo y las vicisitudes de la vida han ido formando nuestra mente y nuestro espíritu, y nos han hecho comprender la necesidad de ajustar los pensamientos y las acciones a un ideal religioso.
Entre los distintos aspectos de la liturgia, hemos prestado especial atención a algunos misterios de la religión católica.
Si junto al pesebre de Belén hemos llorado de alegría y nos hemos emocionado con el misterio de la Redención; si a los pies del Gólgota hemos compartido los inenarrables sufrimientos de Jesús; ahora, con el sonido de las campanas que anuncian la Pascua de Resurrección, elevamos, llenos de dicha, nuestro ojos al Cielo.
Milagro de amor este triunfo de la vida sobre la muerte; milagro de felicidad eterna para los que creen, a través de la obscuridad de acontecimientos inhumanos, en un Dios que inquieta y calma, que aflige y consuela.



La campana rota


Recuerdo perfectamente – aunque han pasado ya muchos años – al sacristán de la iglesia de un pueblito próximo a la cordillera de los Andes.
Era un acianito alto y encorvado, con enormes bigotes blancos a quien llamaban “Barbisún”. Sólo decía “sí” o “no”, tres veces por semana y parecía estar siempre enojado con todo el mundo. Yo, por mi parte, estaba convencido de que era tremendamente malo.
Pocos días antes de Pascua, mientras arreglaba mi bicicleta oí que me llamaban desde la calle. Se trataba de algunos de mis amiguitos que, con gran entusiasmo, me comunicaron la terrible nueva:
- ¡La campana se ha roto!¡No se la podrá tocar el día de Pascua! -
Salí a la calle, me uní al grupo y corrimos a la plaza. Ya se había congregado una pequeña multitud que comentaba el suceso a grandes voces. Inmediatamente nos enteramos de que la campana había rajado y que un técnico aconsejaba no hacerla sonar por prudencia.
Barbisún estaba allí, sobre las gradas de la iglesia, junto al párroco, rodeado por un conjunto de personas. Parecía desesperado. Hasta sus bigotes, siempre erectos, se hallaban ahora caídos, como su poseedor.
- Ciertamente es un problema – decía el secretario de la Comuna -; ¡justo en Pascua no poder hacer sonar la campana! ¡Qué pena!
Y todos le hacían coro, sacudiendo la cabeza. Barbisún levantó los ojos, al parecer más irritado que nunca. Sus bigotes se agitaron.
- Yo… yo… - dijo finalmente con voz cavernosa -, yo haré sonar la campana lo mismo; ¡aunque sólo sea el domingo! ¡Es lo menos que se puede hacer con la campana de Pascua!
Los niños prorrumpimos en gritos de alegría:
- ¡Menos mal! ¡Viva Barbisún!
El día de Pascua, por la mañana, reinaba un gran silencio en todo el pueblo. La plaza estaba atiborrada de gente, que esperaba sin hablar.
Finalmente, bajo aquel cielo límpido, se oyó el tañido de la campana de Pascua. Era un sonido algo ronco, en cierto modo cómico, pero que hizo que todos los ojos, después de los primeros toques, se pusieran brillantes.
Aquella fue, para mí, una Pascua inolvidable. Y yo, queridos niños, deseo una igual para vosotros.
Me preguntaréis: ¿qué hizo Barbisún para solucionar el problema? Y os responderé: tuvo fe…, y la campana no se rompió.
Escuchad el 2 (12 en este 2009) de abril las campanas de Pascua; estoy seguro de que durante un minuto también vosotros sentiréis algo dulce y hermoso en el corazón… y



¡FELICES PASCUAS!


Fuente: Selecciones Escolares – Año 2 – Nº 35 – Marzo 1961
Editorial Codex S.A.

lunes, 6 de abril de 2009

Malvinas... Siempre será una espina en el corazón.


Particularmente esto de las guerras me duele... me hieren y entristecen mucho..
Leí este artículo, me gustó mucho y quiero compartirlo con los que se den el tiempito para leerlo, ya que es un poco largo, pero vale absolutamente la pena.. llega al corazón.


Malvinas 1982-2009
La hermandad del honor



La espectacular aventura de Guillermo Dellepiane, un piloto que atacó el campamento inglés en Malvinas, tiró bombas sobre Jeremy Moore y al escapar vivió una odisea de película. Un hombre al que los británicos reconocen y los argentinos ignoran.

Jorge Fernández Díaz
Foto: Andrea Knight
LA NACION

Domingo 5 de abril de 2009 Publicado en edición impresa

Tenía veinticuatro años, volaba a ras del mar y estaba a punto de bombardear un destructor y una fragata misilística.
Le decían Piano porque se llamaba Guillermo Dellepiane, y era alférez en una fuerza que no tenía héroes ni próceres porque jamás había entrado en combate. Se trataba de la primera misión de su vida y acababa de despegar de Río Gallegos. Su padre se había muerto sin poder cumplir el sueño de realizar en el terreno de la realidad lo que a lo largo de toda su carrera había simulado hacer: la guerra del aire.
Tan inquietante como entrar en batalla debe de resultar el hecho de consagrar una vida a un acontecimiento que no ocurrirá. Guerreros de la teoría y el entrenamiento, muchos cazadores se reciben, se desarrollan y se retiran sin haber cazado jamás una presa verdadera. El padre de Piano , cerca de la jubilación, había muerto hacía dos años en un accidente absurdo, cuando se derrumbó un ala del edificio Cóndor. Volando hacia el blanco en un A-4B Skyhawk, el hijo venía a cumplir ahora la escena deseada y urdida por el fantasma de su padre.
Era el 12 de mayo de 1982 y una escuadrilla de ocho aviones argentinos avanzaba en silencio de radio hacia dos barcos británicos. Los cuatro primeros iban adelante y dispararían primero. Los cuatro halcones de atrás, a una distancia prudencial, tendrían una segunda oportunidad o entrarían a rematarlos.
Para Piano , era una misión iniciática, la última lección de un profesional de la guerra: la guerra misma. Hasta entonces todo habían sido aprendizajes y pruebas. Alférez es el primer escalafón de los oficiales, y Dellepiane ni siquiera había experimentado el reabastecimiento en vuelo, una compleja operación que en este caso consistía en acercarse volando a un Hércules, encajar la lanza de la trompa del A-4B en la canasta de combustible y cargar tanques para seguir viaje. Muchos fallaban en ese intento: se ponían nerviosos y no podían meter la lanza. "Mirá si yo no puedo, es una vergüenza", se decía. Estaba más preocupado por ese bochorno que por la muerte. Pero cuando tuvo al Hércules frente a frente no falló, y rápidamente se unió a su jefe, un primer teniente, que ordenó bajar a menos de quince metros de las olas y avanzar a toda máquina. Volaban tan bajo que dejaban estelas en el mar. Evadiendo misiles
Con el alma en vilo escucharon que, cinco minutos antes de llegar al blanco, los primeros cuatro aviones atacaban. En el horizonte no se veía nada pero Piano se dio cuenta en seguida de que a sus compañeros no les había ido muy bien. En dos minutos supieron que tres aviones habían sido alcanzados por la artillería antiaérea y que habían sido derribados en medio de hongos de fuego y estampidos de agua. El cuarto avión regresaba por las suyas. El sol volvía espléndido un día negro. Negrísimo. Piano vio de repente los buques enemigos. Eran efectivamente dos y les estaban disparando. En ese momento no pensaba en la patria ni en Dios, sólo veía con una cierta incredulidad esa película fantástica y en technicolor. La veía como si él no fuera parte de ella. Era un espectáculo corto y alucinante pero sin ruidos, porque en la cabina no se oía nada. Fueron fracciones de segundos: Piano contuvo el aliento verificando la velocidad y la altura, y en el momento exacto en el que pasaba por encima de uno de los dos barcos, mientras recibía y eludía disparos de todo tipo, apretó el botón y soltó una bomba de mil libras.
Las bombas impactaron en el destructor y le abrieron agujeros horribles y definitivos. Quedó fuera de servicio, pero eso Piano lo supo mucho después porque en ese instante lo único que pudo hacer fue salir rápido de la ratonera evadiendo misiles y huyendo a toda velocidad. Cuando una escuadrilla dispara, los aviones se dispersan y cada uno regresa como puede. El joven alférez se sintió solo unos minutos pero de pronto divisó la nave de su jefe y la alcanzó. No podían hablarse, porque las navegaciones aéreas eran en silencio, pero volaban juntos, como hermanos, a una distancia de doscientos metros uno del otro, con el infierno atrás y el continente adelante. Habían cumplido y volvían con la gloria; era una extraña y grata sensación.
Hasta que de repente un proyectil rasante surgido de la niebla pegó en un alerón del avión del primer teniente. Fue un golpe mortal a velocidad infinita que le hizo dar una vuelta de campana, pegarse contra la superficie del océano y explotar en mil pedazos. Todo en un pestañeo de ojos. Piano lo vio sin poder creerlo pero sin dejar de apretar el acelerador. Descendió todavía más y prácticamente aró el mar con un gusto metálico en la boca. Dependía emocionalmente de su jefe. Había bajado por un momento la guardia, pensando "me va a llevar a casa", pero ahora estaba solo y desesperado. Ahora dependía únicamente de su propia pericia, o de su suerte.
Voló un rato de esa manera, huyendo del diablo, y luego, cuando estuvo seguro de que no lo seguían, avisó al Hércules C-130, que los cazadores le llaman "La Chancha", e inició el ascenso. "La Chancha" puso la canasta y sin perder el pulso el joven alférez empujó la lanza y recargó combustible. Después voló el último tramo casi a ciegas: el mar había formado una gruesa capa de salitre en el parabrisas del avión.
El salitre de la desolación le nublaba a Piano los ojos. Lo más duro era entrar en la habitación de un compañero muerto, juntar su ropa, hacer su valija y dejarla en el vestíbulo del hotel donde pernoctaba su escuadrón. Ese ritual lo esperaba en Río Gallegos al final de aquel día en el que finalmente había tenido su bautismo de fuego en el Atlántico Sur. Los dioses, como decía la vieja sentencia griega, castigan a los hombres cumpliéndoles los sueños.
En los años sucesivos sólo recordaría esa primera misión. Y la última. En el medio únicamente quedaban vuelos de reconocimiento, incursiones en la zona del Fitz Roy, nervios terribles y más caídos y duelos. También el ánimo de los mecánicos, que siempre despedían a los pilotos de combate con banderas y aclamaciones, y el regreso de la base al hotel que, con éxito o sin éxito, con muertos o sin ellos, hacían en un jeep o en una camioneta Ford F100 cantando canciones contra los ingleses.
No tenían, por supuesto, la menor idea de cómo iba la guerra. Y cuando los trasladaron a San Julián sufrieron cierta tristeza: ocuparon una hostería y anduvieron por esa pequeña ciudad en estado de alerta total.
No eran muy supersticiosos, pero tenían cábalas y de hecho no se sacaban fotos entre ellos porque creían instintivamente que eternizarse en esas imágenes significaba un pasaje directo hacia la desgracia.
Nada pensaron, sin embargo, de aquella misión en día 13: estaba nublado y frío, y a Piano y a sus compañeros les ordenaron partir hacia las islas. Decían que los ingleses habían desembarcado y que se luchaba cuerpo a cuerpo en tierra. Los A-4B llevaban bombas, cohetes y cañones. Piano estaba, como siempre, ansioso. Aunque esa ansiedad solía terminarse cuando lo ataban en la cabina y había que salir al ruedo. Los nervios entonces desaparecían, como el torero que siente un nudo en el estómago hasta que baja a la arena y enfrenta con su capote al toro.
Pero el despegue no fue tan fácil. Se rompieron unos caños de líquido hidráulico y hubo que buscar a mil quinientos metros un avión gemelo. Al alférez lo desesperaba que su escuadrilla partiera sin él, de manera que se subió al otro A-4B y empezó el rodaje sin cargar el sistema Omega, que permitía coordinar y volar con precisión. Piano no quería quedarse en San Julián, y como los suyos ya se habían marchado llamó al jefe de la segunda escuadrilla y le pidió permiso para plegarse a su grupo. Le dieron el visto bueno y despegó sin tener bien configurado el avión. Ascendió y buscó entre las nubes el rumbo, y encontró en un momento al Hércules, que llevaba doce hombres y tenía la orden de no entrar en la zona de la batalla ni quedar al alcance de los misiles enemigos por ningún motivo.
Cargó combustible y siguió a su guía por el norte de las islas Malvinas, luego tomó dirección Este a vuelo rasante y hacia el Sur bajo chaparrones. Y se sorprendió al escuchar que el operador de radar de las islas preguntó si había aviones en vuelo. El jefe de la formación le respondió con un pedido, que les proporcionaran las posiciones de las patrullas de Sea Harriers.
Cuando llegó el informe verbal los pilotos argentinos sintieron un escalofrío. Había cuatro patrullas en el aire y una quinta al norte del estrecho de San Carlos. El cielo estaba infestado de aviones ingleses. Era una trampa mortal, y la lógica indicaba regresar de inmediato al continente.
Pero ya estaban a cinco minutos del objetivo y el día se había despejado, y entonces el guía tomó la resolución de seguir. Después descubrirían que estaban atacando un enorme vivac armado por los ingleses en Monte Dos Hermanas. Más de dos manzanas con carpas, containers y helicópteros, un campamento desde donde dirigía la guerra el general Jeremy Moore.
Todo ocurría en el término de minutos. Los A-4B iban a ochocientos kilómetros por hora y a veinte metros de distancia entre unos y otros. Los pilotos temían que una fragata misilística les cortara el paso antes de llegar al blanco. No llevaban armamento para atacar un buque; las bombas tenían espoletas para objetivos terrestres. Por la gran movilización de helicópteros de esa zona los generales de Puerto Argentino habían conjeturado que allí podía estar el mismísimo centro de operaciones de los británicos. Y no se equivocaban.
Las cartas de vuelo decían que el ataque debía hacerse a las 12.15. Y faltaban dos minutos. Los cazadores pasaron por encima de la bahía San Luis y el operador del radar de Malvinas les advirtió que los Harriers los habían detectado y que ya convergían sobre ellos. Cuando faltaban un minuto y veinte segundos la escuadrilla casi despeinó a un soldado inglés que subía una loma. Ahora los aviones, en la corrida final, volaban pegados al suelo. Más allá de la elevación apareció el campamento. Y Jeremy Moore evacuó su carpa un minuto antes de que le cayeran los obuses.
Dellepiane lanzó sus tres bombas de 250 kilos, provocó destrozos, y percibió que les tiraban con todo lo que tenían. Desde misiles y artillería antiaérea hasta con armas de mano. Era un festival de fuegos artificiales. Y casi todos los pilotos se desprendieron de los tanques de reserva y de los portamisiles e hicieron una curva para regresar por el Norte, cada uno librado a su inteligencia.
Piano voló haciendo maniobras de elusión y acrobacias, y sintió impactos en el fuselaje. Era otra vez un espectáculo increíble y aterrador. A la altura de Monte Kent se topó con un helicóptero Sea King en pleno vuelo y le disparó. Salieron dos proyectiles y se le trabó el cañón, pero una bala pegó en las palas y obligó al piloto inglés a un aterrizaje de emergencia.
Enseguida, por la izquierda, vio que pasaban dos bolas de fuego que iban directamente hacia el avión de su teniente, así que le gritó por la radio "Cierre por derecha" y siguió virando hasta ver que los misiles pasaban de largo y se perdían. Más adelante se topó con otro Sea King y volvió a intentar dispararle, pero también fue en vano: el cañón no se destrababa. Así que en el último instante levantó el Skyhawk y pasó a centímetros de las aspas del helicóptero para evitar que el piloto de casco verde lo liquidara con su gatillo.
Fue más o menos en ese instante cuando se dio cuenta de que estaba sucediendo algo inesperado: se estaba quedando sin combustible. Un proyectil le había perforado el tanque, y tenía sólo 2000 libras. Precisaba más del doble para alcanzar la posición de "La Chancha". Pero no pensaba en ese momento crucial en llegar a ningún lado sino en escapar del acoso de los Harriers. Se desprendió entonces de los portamisiles y siguió volando un trecho pidiéndole al radar de Malvinas que le dijera, sin tecnicismos y con precisión, dónde estaban sus verdugos. Los Harriers volaban a una distancia considerable, así que ya sobre el norte del estrecho San Carlos dudó sobre si debía eyectarse en la isla o tratar de llegar al Hércules. Sus maestros, en las lecciones teóricas, le habían recomendado siempre que en una situación semejante intentara regresar. Eyectarse significaba perder el avión y caer prisionero. Cruzar significaba enfrentar el riesgo de no lograrlo y terminar en el mar. Si caía no podría sobrevivir más de quince minutos en las aguas heladas, y no había posibilidades operativas de que ninguna nave pudiera rescatarlo a tiempo.
Sus compañeros, por radio, trataban de darle consejos y sacarlo del dilema. Pero su jefe tronó: "Déjenlo a Piano que decida". Y entonces Piano decidió. Salió a alta mar, se puso en la frecuencia del Hércules y comenzó a conversar con el piloto que lo comandaba. Dos hombres hicieron ese día caso omiso a las órdenes de los altos mandos: el piloto de "La Chancha" salió de su posición de protección, entró en la zona de peligro y avanzó a toda máquina al encuentro del A-4B de Piano , y un oficial de San Julián tuvo un arrebato, se subió a un helicóptero y se metió doscientas millas en el mar a buscarlo, un vuelo completamente irregular y arriesgado que no ayudaba pero que mostró el coraje suicida del piloto y la desesperación con que se seguía en tierra la suerte de aquel cazador herido de combustible que intentaba volver a casa.
El alférez escuchó "Vamos a buscarte" y trató de mantener el optimismo, pero el liquidómetro le indicaba a cada rato que no conseguiría salir vivo de aquel último viaje. "¿A qué distancia están?" -preguntaba cada tres minutos-. "¿A qué distancia están?" La radio se llenaba de voces: "Dale, pendejo, con fe, con fe que llegás". El alférez sacaba cuentas sobre la cantidad de combustible, que se extinguía dramáticamente, y pronosticaba que se vendría abajo. Y sus oyentes redoblaban los gritos de aliento: "¡Tranquilo, pibe, con eso te alcanza y sobra!" Sabía que le estaban mintiendo. Cuando llegó a 200 libras se dio por perdido. De un momento a otro el motor se plantaría y se iría directamente al mar. Comida para peces. Cuando llegó a 150 libras recordó que eso equivalía, más o menos, a dos minutos de vuelo. "¡No me abandonen!" -los puteó, porque había silencio en la línea-. De repente el piloto del Hércules C-130 creyó verlo, pero era un compañero. Piano pasó de la euforia a la depresión en quince segundos.
No rezaba en esas instancias, sólo le venían relámpagos del recuerdo de su padre. El fantasma estaba dentro de aquella cabina, metido en sus auriculares. "Dame una mano, viejo", le pedía guturalmente, con las cuerdas vocales y con los ventrículos del corazón.
El liquidómetro marcó entonces cero, y de pronto Piano escuchó que lo habían divisado y vio por fin a "La Chancha". La vio cruzando el cielo, hacia la derecha y bien abajo. Le pidió al piloto que se pusiera en posición y se largó en picada sin forzar los motores, planeando hacia la canasta salvadora. Cuando la tuvo enfrente le dio máxima potencia con una lágrima de combustible en el tanque y al ponerse a tiro pulsó el freno de vuelo y metió la lanza. Todos atronaban de alegría en la radio y se abrazaban en tierra. Piano también gritaba, pero quería abastecerse rápido, retomar el control y regresar a San Julián por su propia cuenta. Pronto descubrieron que eso no era posible. Todo el combustible que entraba, pasaba al tanque y caía por el orificio. "Quedate enganchado", le dijo el piloto del Hércules. No tenían alternativa. Volaron así acoplados el resto del camino, perdiendo combustible y con el riesgo de una explosión o de no llegar a tiempo.
Fue otra carrera dramática hasta que vieron el golfo y luego la base. Entonces el A-4B se desprendió y chorreando líquido letal buscó la pista. Piano intentó bajar el tren de aterrizaje pero la rueda de nariz se resistía. Estaba todo el personal de la base de San Julián esperando, y él dando vueltas, dejando estelas de combustible de avión y tratando de lograr que esa maldita rueda bajara. Finalmente bajó, y el alférez aterrizó, se desató rápido, se quitó el casco, saltó al asfalto y se alejó corriendo del enorme lago de combustible que se formaba a los pies del A-4B. Medalla al valor
Hubo fiesta hasta tarde y felicidad desenfrenada en San Julián. Como Piano se consideraba vivo de milagro se tomó muchas copas y tuvieron que acompañarlo hasta su habitación: se durmió con una sonrisa y se despertó muy tarde. Era el 14 de junio de 1982 y sus compañeros le informaron que la Argentina se había rendido.
Gracias a una licencia providencial, dos días después ya estaba en Buenos Aires. La ciudad permanecía hundida en la ira y en la depresión. Y también en la indiferencia. Cualquiera que se cruzaba con Piano se le acercaba con precaución y al rato le pedía que contara todo lo que había vivido. Pero Piano no tenía ganas de contar nada. Durante años soñó con aquellas piruetas mortales, aquellos vuelos rasantes, aquellas muertes: insomnio pertinaz y espectros atemorizantes que lo perseguían como Sea Harriers impiadosos.
Le dieron la Medalla al Valor en Combate, y se mantuvo dentro de la Fuerza Aérea haciendo una callada carrera con foja intachable y mucha capacitación profesional. Hace dos años fue enviado como agregado aeronáutico a Londres. Los ingleses lo recibieron como un gran guerrero. En la misma tradición de Wellington y de Napoleón, los ejércitos europeos aún practican el honor para sus antiguos y respetables enemigos.
Las aspas atravesadas del Sea King que había derribado Piano en Monte Kent están en el Museo de la Royal Navy, y el helicopterista que conducía aquel día está vivo pero retirado. Piano consiguió su teléfono y conversó afectuosamente con él. "Me alegra no haberlo matado", se dijo.
Los veteranos ingleses que lucharon en el Atlántico Sur tienen un enorme respeto por los aviadores argentinos. Y sienten nostalgias por aquellos tiempos: "Fue la última guerra convencional -dicen-. Unos frente a los otros por un territorio concreto. Hoy todo se hace a distancia, metidos en terrenos sin fronteras definidas y por causas borrosas, con terrorismos atomizados y combatientes religiosos eternos. Con esos enemigos al final no podemos juntarnos a tomar una cerveza".
Aquel alférez, convertido en comodoro, fue invitado una tarde a entregar un premio en la escuela de aviación de la RAF. Por la noche, los pilotos de guerra recién recibidos y sus señores oficiales cenaban en un salón majestuoso de mesas larguísimas. Piano ocupó un lugar privilegiado, y el director de la escuela pidió silencio y habló del piloto argentino. Se sabía su currículum bélico de memoria y en su discurso mostraba el orgullo de tener esa noche a un hombre que había luchado de verdad contra ellos.
El jueves pasado Guillermo Dellepiane asumió como director de la Escuela de Guerra Aérea en Buenos Aires. Ocupa un despacho en el Edificio Cóndor, donde murió su padre. Piano es ahora un cincuentón bajo y gordito. Se le cayó el pelo, es sumamente cordial y tiene un pensamiento moderno, y por supuesto en la calle nadie lo reconoce. Nadie sabe que forma parte de la hermandad del honor, y que es un héroe imborrable de una guerra maldita.

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