Hachikō fue un perro de raza Akita que, desde el período de entre guerras, se convirtió en un símbolo de lealtad para los japoneses. Nacido el 10 de noviembre de 1923 en la ciudad de Odate (prefectura de Akita), el cachorro fue llevado a la capital al año siguiente por su dueño, Hidesamurō Ueno (1871-1925), un profesor de la Facultad de Agricultura de la Universidad de Tokyo.
Los perros de la raza Akita tomaron su nombre de la montañosa prefectura homónima, situada al norte de la isla de Honshū, en donde se desarrollaron los primeros ejemplares alrededor del siglo XVII (los estudios realizados indican que los ancestros del perro Akita parecen provenir de Europa, a través de Siberia y de la isla septentrional de Hokkaidō). Puesto que los perros Akita eran frecuentemente criados como mascotas por los emperadores y nobles japoneses, la raza fue conocida como “perro imperial”. Asimismo, la bravura de los perros Akita los hizo favoritos de los guerreros samurai.
Desde recién llevado a Tokyo, Hachikō comenzó a demostrar una devoción especial hacia su amo, despidiéndolo cada mañana al salir para la universidad en la puerta de casa y yendo por la noche a la cercana estación de tren de Shibuya a esperar su regreso. Dicha situación se repitió hasta un día de mayo del año siguiente (1925), cuando el profesor Ueno no regresó como de costumbre: había sufrido un paro cardíaco fulminante mientras enseñaba en la universidad. No obstante, Hachikō retornaba cada día a la estación para esperar la vuelta de su amo.
La devoción que Hachikō sentía por su amo ya muerto conmovía a la gente que lo conocía. Si bien muchos al principio creían que el perro merodeaba la estación en busca de comida, terminaron por darse cuenta de la verdadera situación, ya que Hachikō aparecía sólo a la hora de la noche en la cual llegaba el tren que antes traía de regreso a casa a su dueño fallecido.
Uno de los antiguos estudiantes del profesor Ueno (que se había convertido en una suerte de experto en la raza Akita), viendo a Hachikō en la estación, comenzó a indagar sobre su historia, volviendo una y otra vez a visitar al perro y, finalmente, publicando varios artículos acerca de la notable lealtad de Hachikō. Uno de tales artículos, publicado en 1932 por el más prestigioso periódico de Tokyo, convirtió al perro en una celebridad nacional. La lealtad a la memoria de su amo impactó a los japoneses, concientizándolos del espíritu de lealtad familiar que debía ser perseguido por todos. Así, maestros y padres utilizaron la figura de Hachikō como un ejemplo a imitar por los más pequeños. En abril de 1934, una estatua de bronce fue erigida en su honor en la estación de Shibuya y el propio Hachikō estuvo presente en el acto de inauguración.
Desde la desaparición de su amo, el fiel Hachikō continuó regresando cada día a la estación de tren para seguir esperándolo durante los siguientes diez años, hasta su muerte, ocurrida el 8 de marzo de 1935 debido a una filariasis (actualmente, el cuerpo disecado de Hachikō se encuentra en el Museo de Ciencias Naturales de Tokyo). La estatua original de Hachikō fue reciclada para los esfuerzos bélicos de la Segunda Guerra Mundial, pero el fiel perro — que no había sido olvidado después de la guerra — recibió en 1948 el honor de tener una segunda estatua, esta vez encargada al artista Takeshi Andō (nieto del escultor original) por la “Sociedad Reconstructora de la Estatua de Hachikō “. La nueva estatua fue erigida en agosto del mismo año, constituyendo actualmente un popular punto de encuentro para los tokyotas.
Trailer de la película Hachiko, cuyo protagonista es Richard Gere. Cuenta la historia de un perro muy fiel, que iba a esperar a su dueño todos los días al salir de su trabajo en la Universidad de Tokyo, incluso 11 años después de la muerte de su amo, el profesor Eisaburo Ueno.
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