martes, 12 de mayo de 2009


Esta historia la conozco hace tiempo, y siempre que la leo me vuelve a copar.
La vida del ser humano es tan... así!... como el bambú.

Aquí se las comparto....


EL BAMBÚ JAPONÉS

Sumii-e


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas!"

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.


En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos, ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando este al fin se materialice. El triunfo no es mas que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.



Buscando una imagen para hacer mi firmita, encontré el sitio de este dibujante, Torrealba, que había pintado el cuadro del bambú el cual usé definitivamente.
La definición que da, a como se asemeja su crecimiento al crecimiento espiritual de los budistas, me pareció muy, pero muy, acertada y cierta, por eso también se la transcribo...

En el Budismo el ser humano se compara con la planta de bambú a través de una metáfora. Esta planta crece contínuamente echando un tallo, luego su crecimiento se detiene mientras aparece un nudo en el bambú, y este nudo servirá de soporte para la próxima porción de tallo que crecerá. Así sucesivamente hasta que la planta alcanza su tamaño definitivo. Para los budistas el crecimiento espiritual del ser humano es igual, pasamos por períodos de relativa tranquilidad (tallo), y luego en nuestra vida aparecen grandes obstáculos (nudos), pero son estas dificultades las que nos permiten evolucionar como seres, aprender de la adversidad y sobreponernos para crecer más, y así sucesivamente hasta alcanzar estadios cada vez más superiores, lo que culminará con la iluminación del individuo. Una vida sin obstáculos representa estancamiento. La adversidad, si es aprovechada hábilmente es un excelente punto de apoyo para mejorar.


Su página: Jesús Torrealba


2 comentarios:

Te agradezco que te tomes tiempo para leerme...
Y ¡Gracias Totales! por dejar tu comentario.