sábado, 28 de noviembre de 2009

~La tormenta de arena~


La gran nube de polvo barría el desierto con auténtica brutalidad y fiereza. Todos los pueblos de su camino eran borrados del mapa. Sin embargo, los habitantes de Quan estaban cansados de que todos los años ocurriera lo mismo y de tener que rehacer sus casas tras la fuerza de la tormenta de arena. Así que consultaron a sus jefes y éste año decidieron levantar empalizadas y rodear el pueblo con gruesos muros. Trabajaron durante días y sin descanso y, por fin, estuvo acabada pocas horas antes de la llegada de la tormenta. Los pueblos vecinos que pasaban por el lugar huyendo a zonas más tranquilas les gritaban que lo dejaran todo y corrieran a ponerse a salvo mientras estaban a tiempo. Pero los habitantes de Quan estaban decididos a enfrentarse a la fuerza de la naturaleza con todas sus consecuencias. Sin embargo, una familia de Quan no había colaborado levantando la defensa, sino que habían dedicado el tiempo a construir una especie de barcaza sobre esquies que, con grandes velas, tratarían de que la tormenta hiciera el trabajo y les arrastrase fuera de ella. Habían expuesto los planos al público, habían intentado, mediante asambleas, explicar la construcción del vehiculo para que todos pudieran hacer uno y llevar en él sus cosas. Pero el pueblo, obstinado, dijo: "¿Dónde habéis probado éso? ¿Qué pruebas tenéis de que funcionará?" -El año pasado -dijeron los constructores de la barcaza- hicimos un modelo. Los gobernantes continuaron inquiriendo: "¿Dónde está ese prototipo? Nosotros salvaremos nuestras casas y no necesitaremos sacar nada de ellas." Llegó la tormenta y, efectivamente, los primeros envistes aguantó la defensa. Mientras tanto, la barcaza, con la fuerza de los primeros vientos, ya se había alejado del pueblo, entre las burlas de los vecinos. Pero de pronto, el muro comenzó a resquebrajarse y no tardó en caer sobre el pueblo. Dicen que la destrucción fué casi total: a los daños de la nube había que sumar los daños del derrumbamiento. La barcaza fué encontrada, tiempo después, abandonada en el desierto, sin ningún ocupante en su interior: habían encontrado una ciudad donde habitar y que no estaba en medio del paso de las tormentas.


- Por no escuchar a los demás y empecinarnos en nuestro error, podemos cometer errores mayores. Nuestro apego a lo material puede llevarnos a perder aún más y a ponernos en mayores peligros. Aprovechemos las circunstancias, por nefastas que sean, para nuestro bien y el de los demás. Usemos la cabeza y el sentido común.-

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