miércoles, 8 de abril de 2009



Milagro de Pascua

El paso del tiempo y las vicisitudes de la vida han ido formando nuestra mente y nuestro espíritu, y nos han hecho comprender la necesidad de ajustar los pensamientos y las acciones a un ideal religioso.
Entre los distintos aspectos de la liturgia, hemos prestado especial atención a algunos misterios de la religión católica.
Si junto al pesebre de Belén hemos llorado de alegría y nos hemos emocionado con el misterio de la Redención; si a los pies del Gólgota hemos compartido los inenarrables sufrimientos de Jesús; ahora, con el sonido de las campanas que anuncian la Pascua de Resurrección, elevamos, llenos de dicha, nuestro ojos al Cielo.
Milagro de amor este triunfo de la vida sobre la muerte; milagro de felicidad eterna para los que creen, a través de la obscuridad de acontecimientos inhumanos, en un Dios que inquieta y calma, que aflige y consuela.



La campana rota


Recuerdo perfectamente – aunque han pasado ya muchos años – al sacristán de la iglesia de un pueblito próximo a la cordillera de los Andes.
Era un acianito alto y encorvado, con enormes bigotes blancos a quien llamaban “Barbisún”. Sólo decía “sí” o “no”, tres veces por semana y parecía estar siempre enojado con todo el mundo. Yo, por mi parte, estaba convencido de que era tremendamente malo.
Pocos días antes de Pascua, mientras arreglaba mi bicicleta oí que me llamaban desde la calle. Se trataba de algunos de mis amiguitos que, con gran entusiasmo, me comunicaron la terrible nueva:
- ¡La campana se ha roto!¡No se la podrá tocar el día de Pascua! -
Salí a la calle, me uní al grupo y corrimos a la plaza. Ya se había congregado una pequeña multitud que comentaba el suceso a grandes voces. Inmediatamente nos enteramos de que la campana había rajado y que un técnico aconsejaba no hacerla sonar por prudencia.
Barbisún estaba allí, sobre las gradas de la iglesia, junto al párroco, rodeado por un conjunto de personas. Parecía desesperado. Hasta sus bigotes, siempre erectos, se hallaban ahora caídos, como su poseedor.
- Ciertamente es un problema – decía el secretario de la Comuna -; ¡justo en Pascua no poder hacer sonar la campana! ¡Qué pena!
Y todos le hacían coro, sacudiendo la cabeza. Barbisún levantó los ojos, al parecer más irritado que nunca. Sus bigotes se agitaron.
- Yo… yo… - dijo finalmente con voz cavernosa -, yo haré sonar la campana lo mismo; ¡aunque sólo sea el domingo! ¡Es lo menos que se puede hacer con la campana de Pascua!
Los niños prorrumpimos en gritos de alegría:
- ¡Menos mal! ¡Viva Barbisún!
El día de Pascua, por la mañana, reinaba un gran silencio en todo el pueblo. La plaza estaba atiborrada de gente, que esperaba sin hablar.
Finalmente, bajo aquel cielo límpido, se oyó el tañido de la campana de Pascua. Era un sonido algo ronco, en cierto modo cómico, pero que hizo que todos los ojos, después de los primeros toques, se pusieran brillantes.
Aquella fue, para mí, una Pascua inolvidable. Y yo, queridos niños, deseo una igual para vosotros.
Me preguntaréis: ¿qué hizo Barbisún para solucionar el problema? Y os responderé: tuvo fe…, y la campana no se rompió.
Escuchad el 2 (12 en este 2009) de abril las campanas de Pascua; estoy seguro de que durante un minuto también vosotros sentiréis algo dulce y hermoso en el corazón… y



¡FELICES PASCUAS!


Fuente: Selecciones Escolares – Año 2 – Nº 35 – Marzo 1961
Editorial Codex S.A.

2 comentarios:

  1. Gaby: tocaya de cumple,que hermosa página, que hermoso relato de la campana apropiado para estos días santos. También he leído las leyendas japonesas y he admirado tus tejidos, te felicito.

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  2. Hola Elsita!!
    Gracias por la visita y las felicitaciones.. sólo trato de hacerlo lo mejor que puedo, voy aprendiendo en el camino.
    Te tenés que animar vos también! no es muy complicado.. Dale Amiga!
    Te mando un beso y un abrazo muy especial.
    Te quiero mucho amiga.

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Te agradezco que te tomes tiempo para leerme...
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